sábado, 9 de octubre de 2010

COSITAS DE NANCY



Os muestro algunas cosas que he adquirido de Nancy:


FOTOS DE MIS NANCY





Hola a todos, aquí os dejo unas fotos de mis niñas.

Empezamos con una de mis dos nancy negritas de colección con tres disfraces.




Aquí la tenemos vestida de bailarina:


Aquí la tenemos de princesa con su príncipe convertido en sapo:




Y aquí está vestida de hada:





viernes, 3 de septiembre de 2010

HUMMEL COLLECTION


Hola, me encantan las cositas que tiene la marca "Hummel", he adquirido unos relojes de bolsillo y unos dedales de plata que son preciosos. Aquí os dejo unas imágenes.

jueves, 12 de agosto de 2010

COLECCIÓN DE ABANICOS

Cabeceraplaneta

Abanicos de colección - Septiembre 2007














Abanicos de colección - Septiembre 2007

La nueva edición de la colección Abanicos de colección le ofrece una amplia y documentada visión del fascinante mundo de los abanicos y, además, pone en sus manos una exclusiva selección de abanicos pintados a mano, auténticas obras de artesanía de refinada belleza.

Abanicos de colección - Septiembre 2007

Los abanicos van acompañados de la correspondiente ficha, en la que se evoca la personalidad de relevantes damas que en el pasado hicieron del abanico un irresistible objeto de seducción: Madame Pompadour, Maria Antonieta, Eugenia de Montijo, Sarah Bernhart, Mata Hari, Virginia Wolf, Frida Kahlo, Isadora Duncan, Victoria I de Inglaterra, Josephine Baker, María de las Mercedes...

La información sobre los abanicos se completa con los principales aspectos artísticos y técnicos de su elaboración, así como interesantes datos y curiosidades acerca del fascinante mundo del abanico.

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Entregas
Abanico 1: Madame Pompadour
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Abanico 1: Madame Pompadour

Jeanne Antoinette Poisson, marquesa de Pompadour, fue amante del rey Luis XV de Francia. Culta e inteligente, protegió a escritores e intelectuales, y fue una destacada cliente de los artistas más importantes de su época. A ella se debió la creación de la manufactura de porcelana de Sèvres, cuyas piezas pueden calificarse como la quintaesencia del rococó. Otro tanto cabe decir de los abanicos de la favorita, decorados a base de volutas y motivos florales, con abundancia de dorados sobre fondos en tonos pastel.

Abanico 2: Maria Antonieta
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Abanico 2: Maria Antonieta

Archiduquesa de Austria por nacimiento y reina de Francia por su matrimonio con Luis XVI, su vida transcurrió entre las magníficas estancias de Schönbrunn, primero, y los salones de Versalles, después.
Sus abanicos estuvieron a la altura de tales ambientes. Varillajes de carey, marfil o delicadas maderas lacadas en blanco, y países de seda decorados con motivos florales, ribetes dorados y alguna que otra escena pastoril, como las que la propia reina, acompañada por sus damas, representaba como pasatiempo en los jardines del Trianon.

Abanico 3: Eugenia de Montijo
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Abanico 3: Eugenia de Montijo

Eugenia de Montijo, emperatriz de los franceses por su matrimonio con Napoleón III, fue una mujer bellísima, cuya elegancia marcó toda una época. Decidida usuaria del abanico, contribuyó a impulsar definitivamente su fabricación en Francia.
Cliente habitual de Félix Alexandre, el abanico que lució en su boda fue obra del insigne Jean-Pierre Duvelleroy, uno de los fabricantes más cotizados en París desde 1827.
En los últimos años de su vida, la emperatriz lució únicamente abanicos con decoraciones discretas sobre fondo negro, gris o violeta.

Abanico 4: Sarah Bernhart
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Abanico 4: Sarah Bernhart

Henriette Rosine Bernard, conocida como Sarah Bernhardt es, sin duda, uno de los mayores mitos de la escena de todos los tiempos.
Su pasión por el teatro llegó a tales extremos que, a pesar de que en 1915 se le amputó una pierna, continuó actuando. Los abanicos eran otra de sus pasiones. Solía acompañarse de ellos en el escenario y los mejores fabricantes de abanicos franceses, como Duvelleroy o Alexandre, trabajaron para ella.
Especialmente remarcable fue el que lució para protagonizar El abanico de Lady Windermere, de Oscar Wilde.

Abanico 5: Mata Hari
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Abanico 5: Mata Hari

La bailarina neerlandesa conocida como Mata Hari, cuyo verdadero nombre era Margaretha Geertruida Zelle, revolucionó los escenarios europeos con sus danzas exóticas.
En 1917 fue acusada de espionaje en favor de Alemania y murió fusilada después de ser juzgada en un irregular proceso. Se dice que, para transmitir informes secretos, se servía de un personal lenguaje del abanico. Éstos solían recoger las líneas básicas de la decoración Art Nouveau: formas sinuosas, motivos florales y predominio de la curva sobre la línea recta.

Abanico 6: George Sand
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Abanico 6: George Sand

Mientras la novela El pantano del diablo (1846) triunfaba rotundamente en el París de Luis Felipe, su autora, la escritora Aurore Dupin, conocida como George Sand, escandalizaba a la sociedad bienpensante de la época con sus relaciones sentimentales y su atuendo masculino.
El ambiente en el que se movía George Sand se refleja en el país de un abanico pintado por Auguste Charpentier en el que la escritora aparece rodeada de algunos de sus más célebres amantes, como el poeta Alfred de Musset o el músico Frédéric Chopin, y de personalidades con las que estuvo unida por fuertes lazos de amistad, como el pintor Eugène Delacroix.

Abanico 7: Virginia Wolf
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Abanico 7: Virginia Wolf

La escritora inglesa Virginia Woolf fundó con su marido, Leonard Woolf, y una serie de intelectuales de diversas disciplinas, el llamado "grupo de Bloomsbury", cuya actividad no se limitaba a la literatura, sino que también postulaba teorías económicas
o conceptos estéticos.
En este último campo, sus propuestas abarcaban desde las artes decorativas hasta los accesorios. La aplicación de estas propuestas a la fabricación de abanicos conduciría al empleo de madera de sándalo o de peral en varillajes de sobria decoración y al uso de telas de tonos naturales y estampados.

Abanico 8: Isabel de Farnesio
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Abanico 8: Isabel de Farnesio

Cuando Isabel Farnesio contrajo matrimonio con Felipe V de España en 1714 trajo a la corte española formas y diseños de abanicos importados de su Parma natal. Promovió las manufacturas dedicadas a la elaboración de estos delicados objetos y protegió a diversos artistas que se especializaran en el diseño y la decoración de los países. Entre ellos destacó Francisco de la Vega, que, por encargo personal de la reina, realizó una serie de abanicos evocadores de paisajes italianos o con dibujos florales sobre findos oscuros.

Abanico 9: Alejandra Fiódorovna
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Abanico 9: Alejandra Fiódorovna

Alix de Hesse ha pasado a la historia como Alejandra Fiódorovna, la última emperatriz de Rusia. Mujer de carácter inestable y un fanatismo religioso rayano en la superstición, se supeditó a los dictados del monje taumaturgo Rasputín, cuya presencia impuso en la corte.
Amante del lujo, solía portar abanicos siempre en consonancia con la indumentaria, con el país recamado con piedras preciosas y el varillaje de marfil, carey o maderas nobles, que, en ocasiones, hacía recubrir con oro. Murió, junto a toda su familia, en Yekaterinburg en 1918.

Abanico 10: Anna Pavlova
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Abanico 10: Anna Pavlova

Cuando, entre 1909 y 1913, la bailarina Anna Pavlova triunfaba en los escenarios como prima ballerina de los Ballets Rusos de Diaghilev, el art nouveau imperaba en la arquitectura y las artes decorativas.
No es de extrañar, pues, que la Pavlova utilizara sus diseños en el estampado de sus ropas de calle, en la decoración de su mansión e, incluso, en accesorios como chales, joyas o abanicos.
Un crítico, viéndola bailar Paquita, una fantasía española, aseguró que la bailarina “movía el abanico del que se acompañaba con tanta gracia como los pies”.

Abanico 11: Frida Kahlo
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Abanico 11: Frida Kahlo

Esposa del pintor mexicano Diego Rivera (1886-1957), Frida Kahlo fue también una destacada pintora. Su obra se caracteriza por el extraordinario uso del color, los elementos expresionistas y surrealistas y la temática folklórica.
En alguno de sus cuadros aparece el abanico como elemento accesorio de raigambre popular heredado de la cultura española. Éstos siempre son tratados con los colores vivos y las formas propias de su pintura, en la que destacan obras como Las dos Fridas (1939), Retrato de la señora Rosita Morillo (1944) o Autorretrato (1945).

Abanico 12: Jane Avril
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Abanico 12: Jane Avril

En el París de la Belle Époque brilló con luz propia la estrella de Jane Avril. Actuó como bailarina en diversos café-concert parisinos y, especialmente, en el Divan Japonais.
Era una mujer triste y solitaria, a la que el triunfo artístico no compensó de su infancia desarraigada ni de su efímero y desgraciado matrimonio con el periodista Maurice Biais. Henri de Toulouse-Lautrec, con quien le unía una gran amistad, reflejó su silueta frágil y delicada en numerosos carteles en los que suele aparecer luciendo su característico vestido negro y sujetando entre sus manos su inseparable abanico.

Abanico 13: Isadora Duncan
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Abanico 13: Isadora Duncan

En su continua búsqueda de la originalidad y la libertad creativa, la bailarina norteamericana Isadora Duncan cuidaba personalmente del diseño de su indumentaria. Para elegir sus abanicos acudía con frecuencia a fabricantes tan innovadores como los franceses Kees o Lachelin. Decidida partidaria de combinar el abanico con el vestido, el calzado u otros complementos, como pañuelos, chales o sombreros, esta iniciativa llevó a algunos a algunos conocidos diseñadores, entre ellos Paquin o Bally, a incorporar los abanicos a su producción.

Abanico 14: Victoria I de Inglaterra
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Abanico 14: Victoria I de Inglaterra


Desde que la Exposición Universal de Londres de 1851 premió el trabajo de diversos fabricantes franceses de abanicos, la reina Victoria se convirtió en una decidida defensora del desarrollo de tal industria en Gran Bretaña. Con este fin, en 1871 patrocinó una exposición de abanicos en la que estaban invitadas a participar todas las escuelas de Artes Decorativas del país y, ella misma, se retrató en numerosas ocasiones luciendo un abanico que, desde la muerte de su esposo, el príncipe Alberto, era negro, gris o blanco, como correspondía al luto que guardaba.

Abanico 15: Sisí Emperatriz
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Abanico 15: Sisí Emperatriz

Desde que la Exposición Universal de Londres de 1851 premió el trabajo de diversos fabricantes franceses de abanicos, la reina Victoria se convirtió en una decidida defensora del desarrollo de tal industria en Gran Bretaña. Con este fin, en 1871 patrocinó una exposición de abanicos en la que estaban invitadas a participar todas las escuelas de Artes Decorativas del país y, ella misma, se retrató en numerosas ocasiones luciendo un abanico que, desde la muerte de su esposo, el príncipe Alberto, era negro, gris o blanco, como correspondía al luto que guardaba.

Abanico 16: Josephine Baker
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Abanico 16: Josephine Baker

Estrella absoluta del music-hall del París de los años veinte, Josephine Baker, apodada por su escultural belleza la “venus negra”, escandalizó a los sectores bienpensantes de la sociedad al aparecer en el escenario vestida sólo con una escueta falda de bananas o cubriendo su desnudez con dos grandes abanicos de plumas. No eran éstos sus únicos abanicos. Como toda mujer elegante de la época, poseyó una amplia colección de abanicos en los que abundaban los colores vivos, los dibujos exóticos y los motivos ornamentales Art Déco.

Abanico 17: Adelina Patti
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Abanico 17: Adelina Patti

Tal vez en homenaje a sus orígenes españoles, la soprano Adelina Patti paseó el abanico por los principales escenarios operísticos de finales del siglo XIX. Nacida en Madrid, de padres italianos, la Patti creció en Nueva York, donde debutó en 1859. De allí pasó a actuar en los principales coliseos de Gran Bretaña, España, Italia, Rusia y Francia, donde murió, ya apartada de la escena, en 1919.

El abanico dedicado a esta soprano se adorna con volutas que evocan las evoluciones de su voz cuando interpretaba a Rossini, Donizetti o Verdi.

Abanico 18: María Vetsera
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Abanico 18: María Vetsera

En una tumba casi olvidada del cementerio vienés de Heilingenkreutz descansan los restos de María Vetsera, protagonista de una de las más trágicas historias de amor del siglo XIX. Su relación sentimental con el heredero del imperio austro-húngaro, Rodolfo, hijo de Francisco José y de la legendaria Sissí, acabó violentamente en Mayerling el 30 de enero de 1889, cuando el príncipe disparó contra la joven y luego se suicidó. Poco antes, María se había retratado con su abanico –oscuro presagio de amor y de muerte– en una curiosa pose.

Abanico 19: Queen Mary
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Abanico 19: Queen Mary

Por su matrimonio con Jorge V, la princesa Mary de Teck se convirtió en 1902 en reina de Gran Bretaña e Irlanda y emperatriz de la India. Elegante, amante del lujo y del boato cortesano, sus joyas, realizadas por los orfebres más importantes de la época, llegaron a ser legendarias. Tanto como sus abanicos, que encargaba a conocidos artífices de París y que la acompañaban inevitablemente en las fiestas y bailes palaciegos, siempre a tono con su indumentaria y, a veces, incluso realizados en la misma tela que su vestido.

Abanico 20: María de las Mercedes
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Abanico 20: María de las Mercedes

A medio camino entre la copla y la leyenda, María de las Mercedes de Orleans es, por su breve e intenso romance con el rey Alfonso XII, la figura más romántica de la historia de España. Hija de los duques de Montpensier, se enamoró de su primo Alfonso cuando sólo contaba quince años y, tras vencer la oposición de la familia y el parlamento, la pareja contrajo matrimonio en 1878. Seis meses después, la joven reina falleció. El abanico que la evoca es de madera calada, tal como marcaba la moda del siglo XIX.

Abanico 21: Eleanora Duse
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Abanico 21: Eleanora Duse

Hija de actores, Eleonora Duse creció en los escenarios. Amante de D'Annunzio, interpretó sus dramas con la maestría que le era propia. La gran dama del teatro italiano fue, además, una mujer extraordinariamente elegante, que, como otras grandes actrices de la época, prestaba una especial atención a su atuendo. Encargaba sus abanicos a los grandes artesanos de Milán o Roma, que solían decorarlos con la sobriedad de que la actriz hacía gala.
En sus diseños abundaban los motivos florales, las curvas sinuosas estilo Liberty y algunos toques de dorado.

Abanico 22: Lady Hamilton
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Abanico 22: Lady Hamilton

La historia de Emma Lyon recuerda la de Cenicienta. Hija de un humilde herrero y modelo del pintor George Romney, su belleza llamó la atención de Lord Hamilton, embajador británico en Nápoles, quien la hizo su esposa. Más tarde conoció al almirante Horace Nelson, con quien vivió un apasionado romance.
Su amistad con la reina napolitana María Carolina la llevó a representar en la corte un espectáculo llamado Las actitudes en el que, mediante cuadros vivientes, se interpretaban escenas de la Antigüedad en las que aparecían como telón de fondo grandes flabelos o abanicos de plumas.

Abanico 23: Cosima Wagner
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Abanico 23: Cosima Wagner

La vida de Cosima Wagner estuvo marcada por la música: hija de Franz Liszt y esposa
del director de orquesta Hans von Bülow, abandonó a éste para casarse con el compositor Richard Wagner, entonces en la cumbre de la fama.
Mujer de su época, el abanico formó parte de sus pertenencias, pero, dado su carácter fuerte
y su pasión por la música, cabe pensar que lo utilizase más como batuta que para el coqueteo. Defensora absoluta de la música wagneriana, desde la muerte del compositor
en 1883 consagró su vida a enaltecer su obra y su memoria.

Abanico 24: Madame de Sevigné
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Abanico 24: Madame de Sevigné

Marie de Rabutin-Chantal, marquesa de Sévigné, ha pasado a la historia de las letras francesas gracias a la correspondencia que, desde su residencia parisina del hôtel Carnavalet, mantuvo con su hija, Françoise-Marguerite, condesa de Grignan, que residía en Provenza. En sus cartas, publicadas bajo el título de Memorias en 1696, madame de Sévigné narra con detalle y espontaneidad las costumbres imperantes en la corte de Luis XIV, entre las que, evidentemente, incluye descripciones sobre el uso que las damas hacían del abanico.

Abanico 25: Mary Shelley
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Abanico 25: Mary Shelley

Mary Shelley fue, sin duda, una de las mejores novelistas románticas. Su Frankenstein es la obra que le ha dado mayor popularidad y la leyenda quiere que naciera de una apuesta entre Lord Byron y Percy B. Shelley, marido de Mary.
Como marcaba la moda, la escritora poseía una amplia colección de abanicos, entre los que abundaban los modelos brissé o de baraja, que en aquella época era frecuente que se decoraran con motivos florales. En su novela Mathilda, el lenguaje del abanico aparece como una norma habitual de la alta sociedad británica.

Abanico 26: Berthe Morisot
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Abanico 26: Berthe Morisot

Berthe Morisot fue el pincel femenino por excelencia del Impresionismo. Cuñada de Manet, éste la representó en su cuadro El balcón con un abanico cerrado en la mano. La influencia del maestro se hizo especialmente patente en los inicios de su pintura, que posteriormente evolucionó hacia un estilo más próximo al de Renoir. La temática de la obra de Berthe Morisot, tan colorista como el abanico que la evoca, se centra en escenas de la vida cotidiana, con una especial atención hacia la figura humana.

Abanico 27: Madame Du Barry
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Abanico 27: Madame Du Barry

Tras una juventud despreocupada, Jeanne Bécu, condesa du Barry, se convirtió en amante de Luis XV, quien hizo construir para ella el palacio de Louveciennes, donde se retiró
a la muerte del rey. Tras la Revolución, huyó a Inglaterra, pero en 1793 regresó a Francia y fue condenada a muerte y guillotinada. En sus años de esplendor fue uno de los árbitros de la elegancia cortesana, en abierta rivalidad con María Antonieta.
Como tal, contribuyó a que se impusiera el uso de abanicos con abigarradas decoraciones florales y abundancia de dorados, como correspondía a la moda rococó.

Abanico 28: Gran Duquesa Olga
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Abanico 28: Gran Duquesa Olga

Tradicionalmente, los abanicos de las mujeres más jóvenes eran de colores claros y estaban decorados con dibujos ingenuos o motivos florales. Así serían los abanicos utilizados por las hijas de los últimos zares de Rusia, Nicolás II y Alejandra Fiódorovna, las grandes duquesas Olga (n.1895), Tatiana (n.1897), María (n.1899) y Anastasia (n.1901), abanicos que debieron teñirse con sangre a la muerte –nunca definitivamente demostrada– de las jóvenes en la masacre de Yekaterinburg en 1918.

Abanico 29: Reina MªCristina
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Abanico 29: Reina MªCristina

María Cristina, la bella princesa napolitana que conquistó al ya caduco Fernando VII,
sin duda se valió del lenguaje del abanico para impartir consignas y disimular sus sentimientos. Primero, para velar por los intereses de su hija, la futura Isabel II, amenazados por el carlismo. Luego, ya viuda, para encubrir su matrimonio secreto con el duque de Riansares.
Los abanicos de la reina, de acuerdo con la moda romántica, serían en su mayoría de baraja, realizados en materiales nobles y dotados de caprichosos perfiles.

Abanico 30: Madame Recamier
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Abanico 30: Madame Recamier

Julie Bernard, hija de un acaudalado banquero y esposa del también banquero Récamier, reinó en los salones parisinos de principios del siglo XIX. Amiga de madame de Staël, fue amante del pintor Benjamin Constant y, posteriormente, del escritor François Chateaubriand.
En su época, el estilo Imperio, caracterizado por la austeridad de formas y el retorno a la estética clásica, convirtió al abanico en un utensilio demodé. Sin embargo, las damas de la aristocracia y de la alta burguesía se resistieron a dejar de usarlo, tanto por lo que tenía de objeto de lujo, como por su condición de emisor de códigos secretos para el galanteo.

Abanico 31: Reina Alejandra
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Abanico 31: Reina Alejandra

Alejandra, una de las mujeres más bellas de su tiempo, era hija del rey Cristián IX de Dinamarca. En 1863 contrajo matrimonio con Alberto Eduardo, entonces príncipe de Gales
y después rey de Inglaterra con el nombre de Eduardo VII. Desde su privilegiada posición, Alejandra dictaba modas e imponía criterios estéticos. Solía portar abanicos que a menudo estaban decorados con flores, generalmente rosas, por las que sentía especial predilección. Por este motivo se la conocía popularmente como The Queen of Roses (La reina de las rosas) y dio su nombre a una nueva variedad de esta flor.

Abanico 32: Duquesa de Alba
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Abanico 32: Duquesa de Alba

Modelo excepcional de Goya, con quien vivió un intenso aunque corto romance, María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo contrajo matrimonio, siendo aún muy joven, con el marqués de Villafranca, de quien enviudó en 1796. Amante de los usos populares en el vestir y en la vida cotidiana, su atavío de maja se acompañaba invariablemente de un abanico adecuado al traje y al momento del día. La leyenda la quiere modelo de las célebres Majas de Goya, sin embargo no consta que posara para el genial pintor aragonés más que en dos retratos de cuerpo entero y en diversos dibujos.

Abanico 33: Charlotte Brontë
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Abanico 33: Charlotte Brontë

A la escritora Charlotte Brontë y a sus hermanas Emily y Anne se deben algunas de las páginas más brillantes de la literatura inglesa de todos los tiempos.
En las cuidadas descripciones de la sociedad de la primera mitad del siglo XIX que Charlotte hizo en sus novelas Jane Eyre o Shirley no faltan las alusiones al uso y a las formas del abanico. Éste, en pleno romanticismo, solía carecer de país y su varillaje, rematado con ondas, volutas o enrejados cuidadosamente tallados, estaba decorado con escenas galantes o con motivos vegetales y animales.

Abanico 34: Madame de Maintenon
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Abanico 34: Madame de Maintenon

Cuando Françoise d'Aubigné, conocida como la petite indienne por su larga estancia en Martinica, enviudó del poeta Scarron no imaginaba que le quedaba por vivir lo mejor de su vida. Institutriz de los hijos de Luis XIV y de Madame de Montespan, y luego dama de la delfina, se convirtió en amante del rey y más tarde en su esposa tras contraer matrimonio morganático con el monarca en 1684. Austera e inteligente, los suaves movimientos de su abanico servían para imponer en quienes le rodeaban su indiscutible autoridad en materia religiosa, política y cortesana.

Abanico 35: Tzu-hsi, emperatriz de China
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Abanico 35: Tzu-hsi, emperatriz de China

La biografía de Tzu-hsi, la mujer que ejerció más tiempo el poder en China, corre paralela a la decadencia de la dinastía manchú.
Concubina primero y luego esposa del emperador Hsieng-feng, rigió, tras enviudar, los destinos del Imperio durante casi medio siglo, enfrentándose a disputas dinásticas, intrigas palaciegas y levantamientos armados.
Durante su mandato prosiguió la tradicional exportación de abanicos a Europa, entre los cuales se encontraba un tipo de abanico brisé, es decir, carente de país, realizado en marfil o madera de sándalo con un fino trabajo de calado.

Abanico 36: Jane Austen
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Abanico 36: Jane Austen

La escritora Jane Austen nació en el seno de una familia de la pequeña burguesía rural y toda su existencia transcurrió plácidamente en la bella campiña del sur de Inglaterra. En sus novelas –Orgullo y prejuicio, Sentido y sensibilidad o Emma– trazó un penetrante retrato de la sociedad provinciana que tan bien conocía, en cuyos salones reinaba el lenguaje del abanico. Característicos de la época en la que se sitúa la acción de estas novelas eran los abanicos de varillas caladas en madera o marfil. Con ellos las damas transmitían sutiles mensajes
que los usos sociales hubiesen juzgado indecoroso hacer de palabra.

Abanico 37: Giuseppina Strepponi
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Abanico 37: Giuseppina Strepponi

La soprano italiana Giuseppina Strepponi compartió cincuenta años de su vida con el célebre compositor Giuseppe Verdi, con el que contrajo matrimonio en 1859, después de una larga relación que no dejó de levantar comentarios de desaprobación. Giuseppina era una cotizada cantante lírica cuando conoció a Verdi en 1842 y desde entonces fue la mejor fuente de inspiración del maestro. En el lujoso ambiente de los teatros de ópera dieciochescos, Giuseppina, como todas las damas elegantes de la época, complementaba su atuendo con delicados abanicos.

Abanico 38: María Malibrán
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Abanico 38: María Malibrán

María de la Felicidad García escondió su españolísimo apellido tras el Malibran de su esposo. Hija del tenor Manuel García y hermana de la también cantante Pauline Viardot, ha pasado a la historia de la música por la excepcional extensión de su voz. A pesar de su corta vida, importantes teatros de Europa y América conocieron su gran capacidad para expresar el sentimiento de las óperas de Bellini y Donizetti. Cabe pensar que, para acentuar el romanticismo de los personajes que interpretaba, se valiera en más de una ocasión del uso del abanico.

Abanico 39: Carlota de México
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Abanico 39: Carlota de México

Hija de Leopoldo I, rey de los belgas, y esposa del archiduque Maximiliano de Austria, Carlota se vio convertida en efímera emperatriz de México cuando la coyuntura política europea así lo determinó.
La insurrección mexicana la empujó a recorrer las cortes de Europa solicitando ayuda para su esposo y, posiblemente, su abanico encubrió muchas de las lágrimas vertidas ante el desinterés de los soberanos europeos. Maximiliano fue fusilado en Querétaro y Carlota, perdida la razón, acabó sus días recluida en el castillo de Bouchout, cerca de Bruselas.

Abanico 40: Emperatriz Josefina
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Abanico 40: Emperatriz Josefina

Marie-Josèphe Rose Tascher de la Pagerie ha pasado a la historia como Josefina de Beauharnais, el apellido de su primer marido. Tras enviudar, conoció a Napoleón, con quien contrajo matrimonio en 1796. Pese al amor que sentía por ella, el emperador la repudió en 1809 ante la imposibilidad de que le diera descendencia. Retirada en la Malmaison, es probable que el aire del abanico le recordara los días felices pasados en su Martinica natal, y los varillajes de carey o nácar, el brillo de una corte que le estaba definitivamente vedada.

Abanico 41: Lola Montes
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Abanico 41: Lola Montes

María Dolores Eliza Gilbert, conocida como Lola Montes, supo encandilar con su belleza a muchos hombres poderosos y llegó a convertirse en amante del rey Luis I de Baviera, quien, tras cubrirla de riquezas y honores –la nombró condesa de Landsfeld y baronesa de Rosenthal–, perdió el trono a causa de su relación con ella. La aventurera, irlandesa de origen, se hacía pasar por bailarina española y, como tal, el abanico que manejaba con especial destreza era uno de los componentes esenciales de su atrezzo artístico.

Abanico 42: Marie Duplessis
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Abanico 42: Marie Duplessis

Nacida como Alphonsine Plessis y conocida en la sociedad de su época como Marie Duplessis, fue la cortesana más exquisita y distinguida del París romántico. Su vida galante inspiró a Alejandro Dumas, hijo, el personaje de Margarita Gautier, protagonista de
La Dama de las Camelias, en el que a su vez se basó Giuseppe Verdi para crear la Violetta Valéry de La Traviata. Maestra de la seducción, Marie Duplessis se servía del color y del movimiento de su abanico para lanzar discretos mensajes a sus amantes y protectores.

Abanico 43: Rosalba Carriera
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Abanico 43: Rosalba Carriera

La pintora veneciana Rosalba Carriera ocupa un lugar destacado en la Historia del Arte gracias a sus delicados retratos al pastel. La fama que alcanzó en su época le valió numerosos encargos de la realeza y la aristocracia europeas, que la llevaron
a visitar algunas de las más importantes cortes del continente. En sus obras predominan los colores tenues y una técnica sutil que parecen evocar los movimientos leves y acompasados de los abanicos, manejados con maestría por las elegantes damas que tuvo ocasión de conocer.

Abanico 44: Adelaida, reina de Inglaterra
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Abanico 44: Adelaida, reina de Inglaterra

Adelaida de Sajonia-Meiningen, cuya memoria se ha perpetuado en la homónima ciudad de Australia, fue el contrapunto idóneo para el complejo carácter de su marido, Guillermo IV, rey de Inglaterra. Dulce y reservada, la sobriedad de sus costumbres no fue óbice para que en su vestuario figurara una variada colección de abanicos.
En justa correspondencia con su afición por las Bellas Artes, algunos ejemplares tenían el país delicadamente pintado y firmado por los mejores artistas de la época.

Abanico 45: María de Medici
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Abanico 45: María de Medici

Hija del gran duque de Toscana y heredera de la celebérrima familia florentina, María de Medici fue reina de Francia, primero como consorte y luego como regente durante la minoría de edad de su hijo Luis XIII. Gobernó con mano firme, haciendo honor a su familia paterna y a su condición de nieta del emperador Fernando de Habsburgo. En sus manos, el abanico no fue un instrumento para la coquetería ni un mero ornato; por el contrario, su manejo altivo y enérgico contribuyó a reafirmarla como la mujer más poderosa del reino.

Abanico 46: María Teresa de Austria
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Abanico 46: María Teresa de Austria

Fue la emperatriz ilustrada por excelencia. Educada para gobernar, desde que cumplió quince años asistió a los consejos de ministros celebrados por su padre, el emperador Carlos VI. En 1736, se casó con Francisco de Lorena y de la unión nacieron quince hijos, entre ellos su sucesor, José II, y María Antonieta, que sería reina de Francia. Culta y bien preparada, sobria en sus costumbres, ejerció el poder con mano firme, la misma que, al manejar el abanico, dejaba entrever a la mujer de espíritu sensible y refinado que se escondía tras la estadista.

Abanico 47: Madame de Stael
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Abanico 47: Madame de Stael

La escritora francesa Anne Louise Germaine, baronesa de Staël-Holstein, fue una de las más preclaras inteligencias de su tiempo. Elegante, culta y refinada, fue la auténtica reina del París de los primeros años de la Revolución. Las puertas de su brillante salón estuvieron abiertas a personalidades tan diversas como Montmorency, Lafayette, Sieyès, los hermanos Bonaparte, Talleyrand o el mismo Lord Byron, de ahí que se dijera que, al compás de su abanico, se vivió la Revolución y se pusieron los cimientos del Romanticismo.

Abanico 48: Reina Ana
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Abanico 48: Reina Ana

Ana, la última de los Estuardo, subió al trono en 1702. A pesar de ceñir la corona de uno de los países más poderosos de la época, no puede decirse que fuera una reina feliz. Como mujer, vio morir a los diecisiete hijos habidos de su unión con el príncipe Jorge de Dinamarca y, como soberana, no estuvo demasiado predispuesta a asumir las tareas de gobierno. Sin embargo, su reinado marcó una inflexión en la estética inglesa, hasta el punto que su nombre se perpetuó en el llamado “estilo reina Ana”, seguido principalmente por los constructores de muebles.

Abanico 49: Martha Washington
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Abanico 49: Martha Washington

Cuando, en 1759, George Washington contrajo matrimonio con Martha Park Custis, ésta era una joven y hermosa viuda sureña. La que fuera primera de las first lady de los Estados Unidos, fue una mujer extremadamente celosa de su intimidad. Tanto que, a la muerte de su marido en 1799, quemó toda su correspondencia. Cabe suponer, pues, que su abanico fuera el compañero idóneo tras el que ampararse cuando su elevada posición social la obligaba a exponerse a las críticas o los elogios de sus contemporáneos.

Abanico 50: Catalina La Grande
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Abanico 50: Catalina La Grande

Excepcionalmente preparada y con un talento político fuera de lo común, Catalina de Anhalt-Zerbst se convirtió en emperatriz de Rusia gracias a su matrimonio con el zar Pedro III. De su interés por europeizar Rusia habla su correspondencia con Voltaire y Diderot, así como la introducción en la corte de determinadas costumbres francesas en cuanto al vestido y a la etiqueta.
Entre ellas, el uso del abanico, prácticamente desconocido hasta entonces en Rusia y que se utilizó más por su carácter decorativo que por su utilidad práctica.






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